Aquí hay otra oración de mi próximo libro, Orando la Palabra de Dios . En esta oración trato de expresar mi agradecimiento por la gracia de Dios que me persiguió y me salvó.
El llamado sagrado
[Dios] nos salvó y nos llamó a un llamado santo, no por nuestras obras sino por su propio propósito y gracia, que nos dio en Cristo Jesús antes de que comenzaran las edades … ( 2 Timoteo 1: 9 [19459009 ])
Padre,
¡Gracias por llamarme! La misma voz que pronunció la luz en la existencia habló la luz en mi corazón. La misma voz que creó el universo de la nada creó la vida en mi corazón. Tu voz poderosa llamó, y mi corazón muerto despertó. Me llamaste de la muerte y la oscuridad, del reino de Satanás, de mi estiércol y suciedad pecaminosos. Hablaste y mi corazón espiritualmente muerto comenzó de repente a la vida. Hablaste y mis oídos se abrieron para escuchar tu gloriosa voz. Hablaste y mis ojos ciegos se llenaron de repente de tu gloria. Bendigo tu nombre por llamarme.
No me llamaste por mi impresionante variedad de buenas obras. No me llamaste por mi sorprendente cantidad de dones o habilidades. No me llamaste porque era rico o influyente. No me llamaste porque tenía algo especial que ofrecerte. Señor, estoy encantado de que me hayas llamado. Estoy maravillosamente perplejo de que elegirías salvar a un pecador como yo. Me llamaste porque me querías. Me llamaste por tu soberano, buen propósito y por tu gracia. Antes de que comenzara el tiempo, tenías un propósito para mi vida, y cumplirás ese propósito.
Gracias por tu gracia preciosa, abrumadora e implacable. Gracia que me persiguió. Gracia que me persiguió. Gracia que no me dejaba ir. Cuando me acuesto a dormir, tu gracia atormentaba mis sueños. Cuando desperté me encontré chocando con tu gracia. Fue una gracia irresistible, imparable y poderosa. Si su gracia no hubiera sido irresistible, nunca me habría rendido. Pero cuanto más luchaba, más fuerte me atraía tu gracia. No pude escapar de tu maravillosa gracia. Gracia que no merecía, sin embargo, me derramaste generosamente. Te adoro que eres un Dios tan bondadoso, maravilloso y soberano. Te alabo por llamarme. Hoy déjame desbordarte de gracias por tu maravillosa gracia.